viernes, mayo 07, 2010

Tú, la espía de la ventana.

¿Qué haces ahí?, siempre me pregunto. De la rendija de la ventana se asoman tus pequeños ojos. Un segundo más tarde, tu rostro ya se perfila completo dentro del marco de la ventana. Yo, desde la guarida que me brinda un pequeño muro que previene me caiga de la azotea, siento me observas. No me contengo y regreso aquel vistazo; mas como yo, huyes de aquel encuentro de cuatro ojos al mismo tiempo.

Otra vez. Otro día. Casi la misma hora. Ahí estás. De nuevo. Queriendo ver para donde yo estoy. Quizá yo también quisiera ver donde tú estás. No estoy seguro. ¿O tal vez de verdad quiero ver para donde tú estás, pequeña espía de la ventana? ¿Qué sería de mí si yo me atreviese a romper esa pared invisible que se llama distancia? No lo sé. Sigo sin saber. La ignorancia me corroe. ¿Qué es exactamente lo que quiero? No sé, no sé, no sé.

Hoy, fui yo el que se asomó primero. Fuiste célere y no tardaste en aparecer. Y el juego comenzó. Yo vi, tú huíste. Tú viste, yo huí. El deber llamó, y de mi guarida del techo tuve que retirarme. No sé si me esperaste o jurabas que en algún momento iba yo a volver. No lo sabré, no hay pruebas que me hagan constatarlo.

Mañana será lo mismo. Creo valdrá la pena sea mañana.

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