jueves, mayo 06, 2010

A ella.

He de decir que mi vida jamás se caracterizó por ser la ¿idónea? (¿tiene que adecuarse necesariamente a la plantilla social?) que mi mente se materializó. Conforme pasó el tiempo, me adapté, seguí y creo no me ha ido mal.

Yo sé que en algún momento decidiste que esto no sería ya productivo. Y por eso, te fuiste. Te seguí, sin saber exactamente qué rayos iba a ser de nosotros. ¿Qué iba a ser de nosotros, ahora en un espacio más chiquito, un poco más apretujado, con otras reglas, otras costumbres, otros modos? Estoy seguro que ni tú ni yo lo sabíamos, mucho menos yo, por supuesto. Era yo todavía un cúmulo de células pequeño, indefenso y berrinchudo, que necesitaba cuidados como todos los niños de seis años.

A decir verdad, aunque intento acordarme, no logro discernir exactamente qué pasó algunos años después de la decisión que tanto trabajo, estoy seguro, te costó tomar, para beneficio de los dos. De algo estoy seguro: nunca dejaste de estar junto a mí, no cesaste de luchar por mí, jamás te fuiste de mi lado. Yo lo sé porque lo siento. Eso no lo he olvidado. Eso no se olvida. Ni lo olvidaré.

Y cuando en la casa pasamos de ser tres a ser cuatro, era un nuevo inicio para ti, un primer inicio para mí. Mis pequeñas (de niño, no de dimensión) ilusiones de tener un hermanito ("Mamá, quiero tener un hermanito para llevarme como ustedes, mi tía y tú, así de 'Qué onda, güey'") se cumplieron. Mas yo no esperaba que un carnal llevara tanto consigo, no sólo una persona más en la familia.

Llegó el 2009. Muchas cosas se vinieron abajo y otras resistieron el sismo. De cuatro, ahora somos tres. Es triste. Pero aún a pesar de todo, pudiste levantar la cara, y decir: "Aquí estoy, por ellos dos, por ésos, mis seres queridos". Cada día, te levantas conmigo y me dejas en la esquina, para abordar el camión de todos los días. De ahí, dejas a mi hermano, y luego te vas para el trabajo. Antes de ir a trabajar, primero nosotros. ¡Gracias, ma!

Tú de ser sólo una mujer laboriosa y harto ilusionada hace ya más de quince años, pasaste a ser alimento de dos pequeñas almas, consuelo de dos seres parecidos a ti, de dos personitas que se acomodaron en tu regazo cuando cupieron y que ahora se abalanzan sobre ti, a brazos abiertos exclamando:
¡TE QUEREMOS MUCHO, MAMÁ!

No hay comentarios:

Publicar un comentario