domingo, mayo 16, 2010

Sin luz


Se fue. Sí, se fue, dejándome completamente a oscuras. Yo exclamo, yo insulto, yo profano. Otra vez, no hay cómo iluminarme en medio de la noche.

Me retiro a mi cuarto a tomar una pequeña vela. Mis ojos aún no se acostumbran, pero mis propios hábitos buscan desesperadamente un cerillo para iluminar tenuemente las sombrías y blancas paredes de mi recámara. Abro cajones, closets, cajas. Nada. No hay nada. Sólo una vela sin prender, sin combustible.

Me resigno. No hay vela, no hay luz, tampoco hay luna; hoy optó por esconderse frente al sol. Llego a mi cama, me siento en ella. Estuve a punto de pegarme contra el marco de ella; es difícil maniobrar cuando el ojo no está acostumbrado a la homogénea oscuridad. Sentado y con la adrenalina fluyendo a ligeras dosis, no puedo evitar pensar en todo lo que ha acontecido en estos últimos días. Ha sido difícil. Pero no todo ha sido non grato. Supongo me ha ido peor.

Mis reflexiones me obligan a adoptar una posición más cómoda. Es tiempo de acostarse. Miro melancólico al techo. Éste responde y no tarda en desdoblarse en pasadas imágenes que mi memoria puede almacenar para después reproducir. Son esos nítidos recuerdos, son esos hechos ya ocurridos. Sí, ahí están. Quizá torturándome, quizá calmándome. Si no se hubiera ido la luz, jamás hubiera rememorado, jamás hubiera pensado y no hubiese dejado que todo ese mar de emociones fluyera, que corriese como río acaudalado, mar embravecida.

Todo ronda en mi cabeza. Las palabras, los acontecimientos, los lugares. Ella. No, ¿¡ella por qué!? Yo no quería que aparecieses. Pero no, te resististe a mi opresión en el baúl de las memorias. Saliste, como siempre lo haces. Sí, yo por eso no quería pensar. No quería para que te perdieses eternamente en la neblina de mis pensamientos. Ya qué. aquí estás, proyectada en el cielo raso de mi habitación.

Mi imaginación juega con tu imagen. Saltas alegremente, tomada de mi mano y me llevas emocionada a un lugar que yo desconozco. Tú estás muy emocionada, no entiendo el motivo. Te sigo a donde tú me llevas, como una ovejita perdida que es lidereada por su pastor caritativo. Me intriga saber mi próximo destino, estás demasiado alegre, tiene que ser demasiado bueno. Sí, sí lo es. A tu lado, cualquier cosa...

Al final, nos detenemos y tu fino dedo señala un pedazo. No hay nada. Te volteo a ver. Me indicas insistentemente que vea a ese punto. Regreso la mirada. Nada. Una vez más, te miro. Pero ya no estás ahí. Regrso al punto donde señalaste. Y la tierra se resquebraja, se parte, se abre. Y yo caigo, irremediablemente hasta el vacío.

Mis ojos se abren. La luz retumba en mis retinas y las hace más chiquitas. Estaba soñando. No había pasado nada. Bueno. Sí pasó algo. Tu recuerdo me tiró al precipicio. Como lo hace cada vez que mi memoria rescata el hecho de que no serás mía jamás...

1 comentario:

  1. wow!!! de verdad te admiro.tu forma de ver las cosas es increible... tienes una mente de wow!! de verdad sigue escribiendo eres genial!

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