martes, octubre 30, 2012

El camino

Dime tú, que si en estas calles
teñidas de rojo
se puede encontrar un camino.
La palidez invernal
me dice que te has ido.
¿Te habrás ido?
La calle roja me dice que no.
Camino hacia el centro,
Sol en algún horizonte lejano.
Dime tú,
busco caminos,
en estas calles rojas. Encuentro mensajeros, policías,
el tenue palpitar de ciudad boyante y llena de todo
lo que la hace.

Soñé alguna vez con recorrer los callejones y
avenidas de esta ciudad pálida y escarlata.
Soñé,
alguna vez,
con buscar el centro de todo.
Soñé, incluso,
con que en estas calles te hallaría. Cerca.
Cerca de mí.
Como si no hubiera otra cosa.
Sólo estarías tú. Sólo estaría yo.
Estas calles rojas se mueven y palpitan sin cesar.
Ciudad sin descanso,
siempre despierta,
veinticuatro siete.
Siga usted circulando.

Dime tú,
si entre los intersticios de tus oscuros ojos
no me habré yo perdido,
en vez de en estas calles rojas,
como yo siempre creí.
Dime que sigo aquí,
buscándote,
que no me he perdido en ti
en estas bulliciosas calles de la ciudad pálida.
Dime que no estoy extraviado.
Dime que no me he perdido.
Dime, antes de que me trague la marea
de paseantes, que van cada uno a su destino
mientras yo
no.


Caminar.
Todo es cuestión de caminar.

Pregunté a un señor muy particular
si éste era el camino para llegar
a tu camino.
Me contestó:

"Señor, no hay camino.
  Lo único que hay es lo que se debe hacer.
  Siempre es transportar,
  siempre es alimentar a quien nos dio vida."

Estoy desconcertado.
Ya no sé dónde estoy.

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