lunes, octubre 08, 2012

Déspota entre manos.

Tanto poder se aloja en mi mano.
Crea, construye, genera, concibe.
Ella es la extensión de mis designios,
la que materializa,
la que da vida.

Pero hoy, no.
La vida es del fracasado.

Mis manos están un tanto pálidas,
resienten el paso del frío matinal
y la humedad no les tiene misericordia.
Entumidas se mueven,
se desprenden del letargo que una gélida mañana les brindó.

Sienten que una vez despierten,
no habrá límites,
no habrá barrera irrompible.
A fuerza de puños
todo caerá y quedará a su merced.

Sienten las ganas de tomar
y sentir entre sus falanges cada átomo de todo.
Sostener el mundo entero,
dejarlo caer y observarlo romperse.

Ver cómo se desintegra.

Mis manos sueñan con desgranar,
desgarrar, cortar.
Tienen ganas de derramar, soltar,
lastimar y atemorizar.
Mis manos tienen ganas de causar dolor,
de ahuyentar,
de hacerte huir.

Mis manos tienen ganas de destruir el mundo,
de sucumbir ante sus pasiones sádicas.
Tienen ganas de quebrar, destruir su mundo.
De verlo arder entre las llamas.
Sentir cómo se escapan sus ilusiones, sus deseos y sus sueños,
por entre las llamaradas naranjas.
Ver cómo te consumes.
Ver cómo caes.
Ver cómo se esfuma lo que más aman
sentir en cada esquina de sus dactilares
y reírse de ello.

Quieren ver cómo la vida se va.
Quieren ver que la vida es para los idiotas.
Quieren verlo caer todo,
para que cuando ya no quede nada,
caigan ellas también.

Mis manos, mis manos.
Mis manos están carbonizadas.
¿qué le ha pasado a mis manos?

Éstas son cenizas que huelen a manos quemadas
que ya no son mías,
sino también tuyas.

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