Ayer en la noche, tenía yo la cabeza hecha un desastre. No aparentaba lo que mi cerebro pensaba (creo), pero de igual forma no me aguanté. Es muy fácil no aguantarme.
Ayer en la noche, estaba jugando League of Legends, mientras pensaba en ella, pensaba en mí, pensaba en que la extrañaba. Sin embargo, había algo en ese rodar de ideas que no me dejaba tranquilo. Entre muerte y muerte en ese juego, tenía ganas de escribir. Ganas de escribirle. Desafortunadamente, no sabía qué. Me dolía no saber. Me dolía más saber que no podía, que no sabía, porque me sentía herido, desamparado y solo, como siempre suelo sentirme (estúpidamente).
Es aquí cuando tengo que ser cruel conmigo mismo y preguntarme si lo que yo hago vale la pena. Si otra vez no estoy lastimando gente a mi costa. No lo sé. Lo he hecho, sé de lo que soy capaz y que, muchas veces, lo he hecho sin fijarme, sin intención, pero termino pegando muy duro.
Es quizá por eso, respondiendo a mis preguntas, que no pude escribirte nada. Una obsesión que afloró en miedos arraigados desde hace mucho.
Y, cuando por fin pude escribirte, tenía tanto miedo que sentía que lo que te escribiera no era sincero. Lo borré todo y apagué mi computadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario