Un pequeño roce basta para explotar.
¿No es eso lo que hiciste?
Me tomaste, con un roce de tus yemas.
Exploté.
Dios, que podría explotar de nuevo,
sólo porque sí,
porque explotar es maravilloso,
¿no lo sabes?
Déjame,
déjame acariciarte,
explorarte y rozar
la barrera,
para encender la mecha,
para encender el mecanismo
que te haga explotar.
Y seas libre,
por fin.
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