Yo no escucho más que susurros incomprensibles.
Así me la he pasado mucho tiempo,
interpretando qué carajos me quiso decir todo ese murmullo.
He estado aquí, sentado,
leyendo las señales
sin encontrar nada.
Te sigo buscando.
Te seguiré buscando.
Al otro día, te encontré. Pero no en el viento.
Era algo un poco más real,
más tangible.
Mas no eras tú en la realidad,
sino un espejismo.
Y te sentí más cerca,
aún cuando mi cuerpo siguiera
extrañando el tuyo.
Tiempo después, viendo el cielo pasar y cambiar a cada hora,
cerré los ojos.
Sentí el ulular del viento en mis oídos,
cantando
rezando
implorándome que te siga buscando,
para volver a encontrarte.
Y me levanté, sintiendo que el viento ya me hablaba,
aunque seguía siendo un murmullo ininteligible.
Caminé, caminé, caminé.
Adelante, siempre adelante, caminé.
Seguí, mis piernas ligeras, mi corazón acelerado.
Caminé, seguí caminando.
Hasta que mi cuerpo,
sin sentirlo, se apagó.
El viento me arrulló, no escuché más, mi cuerpo se fue.
Y el viento, suave,
me recostó al lado de tu dulce cuerpo.
Duerme, duerme, pequeña niña,
cobijada por el viento,
soplado por alguien
que te amó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario