viernes, abril 27, 2012

Olor a libro

Hace mucho no tenía esa sensación en los dedos. Esa de que dejas algo incompleto, aunque la historia ya haya terminado.
Es triste terminar un libro. Un libro es una cosa traicionera; te envuelve, te atrapa, te seduce, para que al final, se suicide y te deje con ese pésimo sabor de boca que te dice que pudo haber más pero que ya no hay por designio divino.
Volteas la última página y ¡puf! Desaparece todo ese mundo que tanto trabajo tomó construir. Es emocionante llegar a esa hoja final. Sin embargo, te desgarra un poco el corazón que ya no hay más historia a partir de ese punto. Tienes que tirar todos esos lugares, todas esas personas, todas esas situaciones que hicieron entrañable el viaje como espectador.
No sé. Siento que cuando cierro un libro, el regreso a la realidad es muy abrupto. Ese mundo de fantasía que apareció en centenares de páginas se esfuma con un sólo signo de puntuación, con un maldito punto. Me siento vacío por un momento, mientras asimilo que regresé a mi propia realidad.
Es un salto muy grande, ése de volver a donde pertenezco. Creo que volveré a leer.

martes, abril 24, 2012

Entrada estúpida de un diario estúpido

Antes de calentar mi comida y, contra mi costumbre, prendí la estufa con unos cerillos. Me di cuenta que ejercí mucha presión sobre la cabeza de la cerilla. Con eso, mi dedo se quemó un poco. Arde, todavía. Pero me hizo sentir un poco más perdido de lo que ya estoy.
Ayer pasaron cosas, muchas cosas. Fue un día extraño e interesante. Genial, en muchos aspectos. Este dedo sólo me recordó que estoy solo. Hoy, por culpa mía, me quedé atrapado. Y en parte por mi culpa, ella también.
Ahora, desde ayer en la tarde, no sé nada de ti. Vi la yema del dedo quemada y tuve muchas ganas de contártelo, aunque fuera una estupidez. Te he marcado a tu celular y lo tienes apagado; todavía hace rato, cuando mi dedo, seguía mandándome al buzón. No te conectarás en los próximos días. Me he (y creo que tú también) quedado solo.
Siento el dedo quemado. Duele, como es natural. Tengo tantas ganas de verte y de compartirte mi yema chamuscada, y encontrarte y no dejarte ir. Sin embargo, por ahora eso no será. Lo sé. Duele más que el propio dedo.
Y ahora escribo esta absurda crónica para que tal vez esto llegue a tus ojos y sientas al leerlo que, aun cuando estábamos jodidos por las circunstancias, me tenías platicándote, compartiéndote mi mundo y lo estúpido que era mi día a día.
Me iré a comer, y luego a poner algo de vitacilina en el pinche dedo.

Hubiera estado mejor que hubieras curado tú mi quemadura.

miércoles, abril 11, 2012

Fisión

¿No es increíble?
Un pequeño roce basta para explotar.
¿No es eso lo que hiciste?
Me tomaste, con un roce de tus yemas.
Exploté. 
Dios, que podría explotar de nuevo,
sólo porque sí,
porque explotar es maravilloso, 
¿no lo sabes?
Déjame,
déjame acariciarte,
explorarte y rozar
la barrera,
para encender la mecha,
para encender el mecanismo 
que te haga explotar.
Y seas libre,
por fin.

jueves, abril 05, 2012

Canciones en el viento

Dicen que tu nombre se debería escuchar con el viento.
Yo no escucho más que susurros incomprensibles.
Así me la he pasado mucho tiempo,
interpretando qué carajos me quiso decir todo ese murmullo.
He estado aquí, sentado,
leyendo las señales
sin encontrar nada.
Te sigo buscando. 
Te seguiré buscando.

Al otro día, te encontré. Pero no en el viento.
Era algo un poco más real,
más tangible.
Mas no eras tú en la realidad,
sino un espejismo.
Y te sentí más cerca,
aún cuando mi cuerpo siguiera
extrañando el tuyo.

Tiempo después, viendo el cielo pasar y cambiar a cada hora,
cerré los ojos. 
Sentí el ulular del viento en mis oídos,
cantando
rezando
implorándome que te siga buscando, 
para volver a encontrarte. 
Y me levanté, sintiendo que el viento ya me hablaba,
aunque seguía siendo un murmullo ininteligible.

Caminé, caminé, caminé.
Adelante, siempre adelante, caminé.
Seguí, mis piernas ligeras, mi corazón acelerado.
Caminé, seguí caminando. 
Hasta que mi cuerpo,
sin sentirlo, se apagó.
El viento me arrulló, no escuché más, mi cuerpo se fue.
Y el viento, suave,
me recostó al lado de tu dulce cuerpo.

Duerme, duerme, pequeña niña,
cobijada por el viento,
soplado por alguien
que te amó.