lunes, agosto 29, 2011

Forrito

No sé qué habrá sido de mí aquel día. Tenía yo un humor de aquéllos de "mírame y no me toques". Llegué a casa y me sentí más pisado que perro en la autopista. Debo confesar tenía pretextos donde ampararme, pero preferí callar y morderme uno. Para mi desgracia, tomé una pésima decisión.
A medida que pasó el día, mi cerebro sólo fregó el flujo del tiempo y horas pasaron sintiéndose una maldita eternidad. El sol no hacía más que reírse de mí y tildarme de idiota. Yo ni podía quejarme; me sumí en un lapsus brutus de proporciones gigantescas. Y me sentí aún peor.
–Me lleva la...
Sep, era yo el ejemplo perfecto del refinamiento lingüístico.
Resignado, fui a quejarme (para no salir de costumbre). Y pues, después de exponer mis dolencias, no vi mucho cambio. Tumbado sobre mi cama, me moví cual lombriz sumergida en alcohol, sin encontrar solución alguna a mi martirio
–Mátenme, por favor– mi corazón exclamaba.
–Ya bájale, ¿no?
La noche llegó y la iluminación comenzó a llegar: puse música. Un movido rockabilly que no estaba nada mal. Mi ánimo se levantó y no dijo más lo que no debía decir. Aun así, no estaba del todo bien. Algo faltaba. Mientras, había una persona echándome porras. Y las cosas empezaron a fluir.

En mi largo letargo, seguía yo pegado frente a la computadora. Intenté encontrar algo que me guiara. Ya me había rendido. Pero, ¡esperen! Hubo algo que llamó mi atención. ¿Escribieron condones? ¿Estaban poniendo chistes de condones?
NO PUEDE SER POSIBLE. 

¡Yo tengo que meter mi manota en esto!
Ella, dijo, vendía condones. Y yo pedí mi cajita bien surtida mientras los demás en el grupo decían tonterías tan tontas y graciosas como las mías. A medida que los chistes siguieron, las risas sonaron y el negro sarcasmo regresó a ocupar su lugar en mí, yo me olvidé de todo..
Quién lo diría.

Me hizo feliz una vendedora de condones mágicos.

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