A veces pienso en ti. En lo que te has vuelto y en lo que solías ser. En lo que solías querer y ahora prefieres evitar. Podré recordar muchas cosas. Sin embargo, sigues un camino ya lejano. Y yo no quiero volver a encontrarlo.
Beber y olvidar. El tiempo es el licor de la memoria. Los recuerdos se hacen vagos y a veces ensalzamos tanto cosas tan comunes que parece que las memorias fueron esculpidas por dioses. Prefiero beber tiempo y sentir que te escurres de mi mente como arena entre los dedos. Como algo que tocó el beso de la muerte y se fue para siempre; para no tener que matar un recuerdo con balas, sino con el dulce y triste elixir venenoso de los Segundos.
Así podemos matar a las personas sin recibir castigo alguno. Sin remordimientos, sin culpas. Sin dolor. Sin pensar qué podría pensar el otro. Para liberarnos, romper cadenas y por fin respirar tras la almohada que nos ofusca y asfixia.
Destruir fantasmas, quemar libros, desmembrar memorias.
Suprimir.
Suprimir.
Esto que escribo es el archivo de lo que pronto olvidaré.
Y así, el día de mañana podré regresar para exhumar tu recuerdo, para burlarme de lo estúpido que fui al inclinarme sobre las flores de tu lápida. Y te volveré a enterrar cuando la melancolía entre a mis ojos.
Adiós.
Y así, el día de mañana podré regresar para exhumar tu recuerdo, para burlarme de lo estúpido que fui al inclinarme sobre las flores de tu lápida. Y te volveré a enterrar cuando la melancolía entre a mis ojos.
Adiós.
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