-Tengo nervios, mamá; ¡en una fiesta de máscaras se conocieron Romeo y Julieta!
Era todavía un niño; no tenía mucho tiempo con catorce años encima y ya pedía vidas noveladas. Le fue fácil verlo con ternura. Un niño que no sabe qué es amar, pero que ya lo ansía.
Le extendió una sonrisa y lo llevó a la papelería. Veinte pesos, una antifaz negra, la emoción de su rostro. Lo dejó ir. Y él bajó del coche y se metió a esa casa.
Sabía que regresaría con las manos vacías. Así fue. Todavía le faltaba mucho por vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario