Él no lo recuerda, pero le dijeron que prefirió irse de casa con su madre porque había admitido, muy pequeño, que le atemorizaban las arañas. Hay, todavía, muchas en esa casa. Eso sí, recuerda que todo artrópodo menos los grillos y las hormigas le causaban pavor. Se enteró de este episodio cuando ya no les tenía miedo y sintió que él no había dicho cosa tan inverosímil; eran palabras muy ajenas a lo que él sentía.
Ahora, ve las arañas que insistentemente cuelgan del techo de su cuarto y cree que ya las quiere un poco. Sus razones tendrá. Aunque, mientras más lo piensa, otros motivos tiene para salir de ahí y buscar otro sitio, suyo y de ella.
¿Por qué? Por las arañas, aunque ellas mismas no lo sean.
sábado, abril 19, 2014
Ocho patas para andar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario