jueves, septiembre 27, 2012

Errante

Miro
y puedo leer.
Sé interpretar.
Sé decir.

Veo,
a través de mis ojos,
con mis neuronas,
con mi piel,
el sudor que nos embarga.

Mis manos.
Están frías, me palpan,
me tocan.
Me sienten, pero no sienten
el mundo que las rodea.
El aire. El aire no existe.

Veo,
veo el mundo.
Se desdibuja;
pasa del trabajo final,
al bosquejo, a la hoja en blanco.

Ya no hay más mundo.
Ya no hay más nadie.
Sólo existo yo.
Porque a ese mundo en reversa
yo no pertenezco.
Mis pensamientos ni mis sueños,
tampoco.

No hay más mundo
que lo que mis ojos quieren ver.
No hay más mundo
del que puedo ver más allá.
No hay más mundo
porque simplemente
no hay.

Sólo soy.
Sólo sé que soy.
No pertenezco.
No pertenezco al mundo.
No pertenezco a nadie.

Quizá deba despedirme.

Lo que no entiendo
es cómo llegué a mundos
donde creyeron que pertenecí.
Sujetaron un fantasma.

No sé si me deba ir.

Las relaciones humanas
son muy confusas.

Estoy seguro de no pertenecer.
Y eso es,
sublime.

Pero...

Tampoco
pertenezco a mí.

Lo peor que puede pasar
es que el líder de la Revolución
al final de cuentas
sea un
traidor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario