domingo, septiembre 16, 2012

Botellas vacías

Una noche en que yo
no te tuve
(pero te quería tener),
fui a una pequeña reunión. Un cumpleaños
donde sólo conocía a dos personas.
¡Qué importa!, me dije.
Fui, con la intención de no saber de mí
y olvidar
que no te podía tener
aquella noche.

Un par de tragos después, entrado en calor
los desconocidos no me parecían
tan desconocidos, sólo
extraños, pero
buena onda todos.
Recargado contra el hombro de la cumpleañera,
sosteniéndome
la espalda de su mejor amiga,
una hora después, me encontraba
trastabillando por ahí,
aún consciente
(creo).

Salimos al OXXO, provisiones para todos;
no había ni aguas locas.
Un tequila, par de rones y cigarros.
Regresamos,
pomos en mano a seguir festejando
a la cumpleañera;
la patria qué, esa morra puede
(y pudo)
esperar.

Un rato más tarde,
las venas hasta el pito de etanol,
recostado en una mesa,
maréandome como buen borracho,
te vi,
recargada en un muro.
Pero sabía que no estabas ahí;
ahí, para mí no había nadie.
Sí, estaba solo
(bueno, un poquito, solamente).
Entonces, ¿qué
fue lo que vi en un muro?

Volví a ver y no había nadie.
Le eché la culpa al alcohol.

Quizá un poco aterrorizado por
esa visión,
llegué con esta amiga.
Hablé, hablé, hablé.
Seguías ahí.

Una pequeña herida fresca
que soñaba con no cerrar,
pero quería vivir sin dolor.

Más alcohol, borrachos random.
Ya no volviste a regresar.
Pero te pensé, pero te pensé.
Creí que te vi otra vez,
pero me convencí
de que estaba
en un error
(creo).
Nunca he sido bueno para convencerme
de nada.

Dormí, dormí, dormí.
Y cuando desperté
cargué mi Cruz.
No había más ganas de soñarte
porque hacerlo me dolía, sin quererlo.

Te busqué, te busqué en mi borrachera.
Pero sólo encontré el suelo
y mis manos vacías.


No hay comentarios:

Publicar un comentario