jueves, octubre 27, 2011

Bicicleta

Dos ruedas que me convierten en un melancólico errante. Es una increíble sensación tomar el manubrio y pedalear hasta que la piel se atonte por el cansancio. Después de un rato, los muslos no sienten dolor. La cabeza se despeja y sólo queda la pregunta: cómo llegar del punto A al punto B.
Es en una bicicleta donde puedo tomar las riendas por un rato. Es donde puedo decir que hoy voy al espacio y no, nunca despego del suelo. Un bache, no, no es; es más bien un asteroide. Navego entre centenares de cometas de cuatro ruedas que, si no me fijo, podrían dejarme tieso. Con mi bicicleta he visitado muchos planetas, lunas, nebulosas y soles. Fríos y congelados algunos; calientes y abrasadores otros; y unos más metamórficos: que alguna vez fueron fríos y ahora son calientes, o viceversa.
Bicicletas, bicicletas. Tomé una y conocí lugares hermosos. Rompí la burbuja del tiempo y recorrí grandes distancias en tiempos nimios. Conocí seres extravagantes, congelados y a veces volcánicos. Plagados de golpes de meteoritos y brillantes. Gaseosos, sólidos, anillados. Conocí estrellas, galaxias, agujeros negros. Conocí el Universo. 
Sin embargo, a pesar de recorrer a pequeños, pero rápidos pedaleos los confines del horizonte espacial, todavía queda mucho por explorar. ¿Qué encontraremos a nuestro paso, subidos en nuestros potentes cohetes espaciales bípedos? 
Ven. Toma una. Vamos a conocer cada confín del Universo. Cada día más grande, cada día ofrece algo nuevo.
Cada día más hermoso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario