Ahora que puedes, huye. Tu muerte se aproxima y sus labios están fríos.
Vuelve al calor de tu soledad, aunque abrase tu piel y grites de dolor.
Huye,
no vuelvas,
no regreses,
que aquí hay una lápida con tu nombre, grafiteada por aquellos quienes te adoraron y veneraron.
Huye, no mires atrás; todo aquello que crees que vale la pena es un vil engaño.
Vete, demacrado e infeliz, sucio y atrofiado por el maldito alcohol, vete.
Sigue tu camino, busca, persigue, mata tus sueños de una buena vez y deja de ser el patético perdedor en que te convertiste.
Serpiente, quítate esa vieja piel y continúa, levántate.
Aún puedes ser feliz.
No es demasiado tarde.
Sé libre.
Vuela y olvida el rojo resplandor del asfalto.
Huye, hombre, que la verdadera vida está allá fuera.
Huye y vuélvete quien siempre quisiste ser.
Vuélvete una leyenda.
Vuélvete un poema.
Vuélvete Jim Morrison.
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