Yo no quería
y, sin embargo, fue.
Fue como si me azotara un gélido
viento, voraz y despiadado
por la espalda.
Yo no quería
porque es
algo que hierve mi sangre.
La hierve, invade mi querer,
mi sentir y mi pensar.
Desaparezco,
tiemblo como otrora,
yo no soy así. No.
Quizá sea tiempo de querer.
No, no.
Yo no quería
que sucediera.
No importaba cómo fuera.
Contuve la respiración, soñé con alcanzar
tranquilidad que nunca vino.
Yo no quería,
yo no quise.
La insolación vino y
secó verdes prados.
La lluvia no volverá, dicen.
Miro al cielo, espero con
ansias la noche.
Yo no quería,
yo no sé si deba querer,
yo sé que no quiero.
Un tenue resplandor selénico
me dice que el sol habrá de terminar.
Pero volverá mañana.
Yo no quería,
yo no quiero.
Por favor.
miércoles, enero 30, 2013
lunes, enero 28, 2013
Fags.
I wished
I was some kind of
bulletproof, immortal.
You know, the kind
that can last forever,
and never sleep, wandering in the alleys
of some lost cities.
Echoes of a cute voice,
calling the three of us "fags" wander deep into the heart
of some lost cities.
I sometimes wished you could
be lost forever. But I never really did.
And I'm sorry.
You never did go. That is great.
I never wanted you to get away from me,
embracing Death and Forgetfulness,
fully engulfed in flames, becoming gray and
faltering memories.
It's, you know, that kind of
feeling, whenever you become lost in
another else's city, when you become infinite
in another else's life.
It's kind of coming back.
De-dust.
It's time for some clean-up.
The walls are falling, the dreams are breaking apart.
Let's have another trip all together.
Let me feel neverended once more.
I was some kind of
bulletproof, immortal.
You know, the kind
that can last forever,
and never sleep, wandering in the alleys
of some lost cities.
Echoes of a cute voice,
calling the three of us "fags" wander deep into the heart
of some lost cities.
I sometimes wished you could
be lost forever. But I never really did.
And I'm sorry.
You never did go. That is great.
I never wanted you to get away from me,
embracing Death and Forgetfulness,
fully engulfed in flames, becoming gray and
faltering memories.
It's, you know, that kind of
feeling, whenever you become lost in
another else's city, when you become infinite
in another else's life.
It's kind of coming back.
De-dust.
It's time for some clean-up.
The walls are falling, the dreams are breaking apart.
Let's have another trip all together.
Let me feel neverended once more.
domingo, enero 20, 2013
Lluvia de temporal.
Mira, en este cielo hay lluvia.
No se ve, pero la siento abatirse sobre mí.
La veo empapándome.
La frescura, los tonos grises
que anuncian serán verdes.
Lluvia, en este momento,
llueve, llueve dentro de mí.
Los campos se alegran.
Hay niños brincando en los charcos. Las cosas
grises mueren un instante.
Viniste, te vi.
La lluvia cae en finas, pero constantes
gotas. Se empapa mi corazón,
se impregna del olor húmedo,
se nutre del agua,
Siento fraguar dentro de mí
algo magnífico,
hijo de la tierra recién removida,
de verdes praderas
y del temporal.
Siento la lluvia caer,
te siento caer.
Te siento inundarme.
Inúndame, nútreme otra vez.
No se ve, pero la siento abatirse sobre mí.
La veo empapándome.
La frescura, los tonos grises
que anuncian serán verdes.
Lluvia, en este momento,
llueve, llueve dentro de mí.
Los campos se alegran.
Hay niños brincando en los charcos. Las cosas
grises mueren un instante.
Viniste, te vi.
La lluvia cae en finas, pero constantes
gotas. Se empapa mi corazón,
se impregna del olor húmedo,
se nutre del agua,
Siento fraguar dentro de mí
algo magnífico,
hijo de la tierra recién removida,
de verdes praderas
y del temporal.
Siento la lluvia caer,
te siento caer.
Te siento inundarme.
Inúndame, nútreme otra vez.
viernes, enero 18, 2013
Células perdidas.
Contempla tu mano,
ve cómo llevas contigo parte de mí.
La piel muere.
Parte de mí murió en ti.
Me siento más ligero.
Creo que morí un poco de más.
Mis dedos arden,
envueltos en llamas.
Mi piel se consagró
en la tuya. Yo siento cómo
se me entumen las entrañas
de sólo verte.
Dime, tú, si
yo debería seguir aquí.
Y no en ti.
Dime si tú también.
Dime si tú gustas de mí
como yo de ti.
No digas nada.
Me soy contigo.
ve cómo llevas contigo parte de mí.
La piel muere.
Parte de mí murió en ti.
Me siento más ligero.
Creo que morí un poco de más.
Mis dedos arden,
envueltos en llamas.
Mi piel se consagró
en la tuya. Yo siento cómo
se me entumen las entrañas
de sólo verte.
Dime, tú, si
yo debería seguir aquí.
Y no en ti.
Dime si tú también.
Dime si tú gustas de mí
como yo de ti.
No digas nada.
Me soy contigo.
jueves, enero 10, 2013
Ficción - La frialdad del fuego
Yo no pude entender por qué tu piel la recordaba ligeramente pálida. Te vi hace dos noches; te encontré, completamente, opuesta a mi memoria: negra, con aspecto de chamusquina. Vi a través de dos ojos vidriosos y carcomidos los fantasmas de dos irises hermosas, del color de la madera tallada. Pensé en aquella voz, tu voz; la garganta estaba consumida y había un hoyo que perforó hasta la columna misma. Yo te veo. Ésta no eres tú. Pero ellos decían, me exclamaban en la cara, llenándome de su asquerosa saliva, que sí, que sí eres (bueno, eras) tú. Que no me obnubile. Que no me quiera engañar. ¿Eres tú, acaso?
Un par de dientes me observan entre los labios deshechos. A pesar de lo que sea que te haya pasado, sigues manteniendo el encanto divino de cuando tú y yo fuimos novios, de cuando nos quedábamos en la azotea de ese edificio, fácil de escalar, encallado en medio de dos distribuidores viales. A pesar de eso, era un lugar muy tranquilo. Mírate; no eres la misma de siempre. Ya no sonríes, ya no me quieres. Tu querer se fue hace mucho. Te veo. Siento cómo tu sangre fluye cuando no tienes pulso alguno. Sigues siendo encantadora. Bella, como siempre, todavía después de esta catástrofe que sentías cernirse sobre ti.
Debo admitir que tu encanto es el mismo, pero la forma de presentarse cambió. Ahora, tu figura recuerda la de aquellas almas que se martirizan en vida para que los que seguimos aquí te glorifiquemos y te imaginemos a la derecha del Padre. Qué risa. Yo no quería venir a verte, para no tener que inundarme en la hipocresía de todos estos patéticos pseudo-religiosos. Pero me obligaron. Ella lo pidió. Sí, tu hermana, que encontró mis cartas entre tus cosas. Según ella, yo seguía siendo importante para ti; que le contaste que verme sería tu última voluntad si te morías primero.
Oh, querida mía. ¿Cómo fue que te apagaste? Jaja, mi mente ligeramente desviada no pudo evitar hacer un chiste con eso. Ja, ya sabes. Yo siempre tan insensible para las desgracias de otros. No, espera, estoy desvariando un poco. Perdona, ehem, ehem. Ahora bien, yo te creí muy independiente porque siempre te ufanabas de que tú solita podías, que no me necesitabas y que no sé qué. Y resulta que no te pudiste olvidar de mí. Suficiente tenía yo con que me ningunearas de esa forma, y ahora resulta que siempre fuiste una pinche doblecara. Joder. Hasta cuando ya no me sonríes, me arruinas. Tú me arruinaste.
Es más: no entiendo qué hago aquí. No sé qué hago aquí. Nunca debí haber venido a verte. Nunca debí venir, pensando que nos perdonaríamos. No vine aquí a monologar; esperaba encontrarte, sí, glacial, pero no tan ajena a mí. Ésta ya no eres tú. Ese cuerpo negro, que solía ser mi hermosa pálida. Tú, tú eras mía. Y ésta ya no eres tú. Mírate. ¿Por qué te abandonaste? Yo... yo, yo te quería. Te quiero; no, quiero lo que fuiste: tu forma de caminar, las sonrisas, tomarnos las manos, el sexo, todo eso. Y te fuiste, egoísta. No me esperaste. No, no quisiste esperarme, estúpida. ¿Por qué?
No, no entiendo. No entiendo qué hice. No entiendo por qué lo hiciste. No entiendo por qué miras al infinito, con dos órbitas que a duras penas parecen ojos, con un agujero que te desgarró la laringe. Tu voz, tu risa, tus lágrimas saltando de mejillas que no existen. Dime, ¿por qué te consumiste? ¿Por qué te dejaste llevar? ¿Por qué me amaste, si yo no era nadie? ¿Por qué me convenciste de... amarte?
¿Por qué?
No debería llorar. Se supone que ya te he superado, que no quería volver a ti; quería demostrarte que yo igual sabía valerme por mí mismo. A duras penas he podido y no volviste. Ya no volverás. Eso es lo más triste: que no habrá más que un recuerdo que extrañar. Disculpa si te ofendí, disculpa si...
No, no puedes perdonar. Tu voz se ha callado y no volverá jamás.
Un par de dientes me observan entre los labios deshechos. A pesar de lo que sea que te haya pasado, sigues manteniendo el encanto divino de cuando tú y yo fuimos novios, de cuando nos quedábamos en la azotea de ese edificio, fácil de escalar, encallado en medio de dos distribuidores viales. A pesar de eso, era un lugar muy tranquilo. Mírate; no eres la misma de siempre. Ya no sonríes, ya no me quieres. Tu querer se fue hace mucho. Te veo. Siento cómo tu sangre fluye cuando no tienes pulso alguno. Sigues siendo encantadora. Bella, como siempre, todavía después de esta catástrofe que sentías cernirse sobre ti.
Debo admitir que tu encanto es el mismo, pero la forma de presentarse cambió. Ahora, tu figura recuerda la de aquellas almas que se martirizan en vida para que los que seguimos aquí te glorifiquemos y te imaginemos a la derecha del Padre. Qué risa. Yo no quería venir a verte, para no tener que inundarme en la hipocresía de todos estos patéticos pseudo-religiosos. Pero me obligaron. Ella lo pidió. Sí, tu hermana, que encontró mis cartas entre tus cosas. Según ella, yo seguía siendo importante para ti; que le contaste que verme sería tu última voluntad si te morías primero.
Oh, querida mía. ¿Cómo fue que te apagaste? Jaja, mi mente ligeramente desviada no pudo evitar hacer un chiste con eso. Ja, ya sabes. Yo siempre tan insensible para las desgracias de otros. No, espera, estoy desvariando un poco. Perdona, ehem, ehem. Ahora bien, yo te creí muy independiente porque siempre te ufanabas de que tú solita podías, que no me necesitabas y que no sé qué. Y resulta que no te pudiste olvidar de mí. Suficiente tenía yo con que me ningunearas de esa forma, y ahora resulta que siempre fuiste una pinche doblecara. Joder. Hasta cuando ya no me sonríes, me arruinas. Tú me arruinaste.
Es más: no entiendo qué hago aquí. No sé qué hago aquí. Nunca debí haber venido a verte. Nunca debí venir, pensando que nos perdonaríamos. No vine aquí a monologar; esperaba encontrarte, sí, glacial, pero no tan ajena a mí. Ésta ya no eres tú. Ese cuerpo negro, que solía ser mi hermosa pálida. Tú, tú eras mía. Y ésta ya no eres tú. Mírate. ¿Por qué te abandonaste? Yo... yo, yo te quería. Te quiero; no, quiero lo que fuiste: tu forma de caminar, las sonrisas, tomarnos las manos, el sexo, todo eso. Y te fuiste, egoísta. No me esperaste. No, no quisiste esperarme, estúpida. ¿Por qué?
No, no entiendo. No entiendo qué hice. No entiendo por qué lo hiciste. No entiendo por qué miras al infinito, con dos órbitas que a duras penas parecen ojos, con un agujero que te desgarró la laringe. Tu voz, tu risa, tus lágrimas saltando de mejillas que no existen. Dime, ¿por qué te consumiste? ¿Por qué te dejaste llevar? ¿Por qué me amaste, si yo no era nadie? ¿Por qué me convenciste de... amarte?
¿Por qué?
No debería llorar. Se supone que ya te he superado, que no quería volver a ti; quería demostrarte que yo igual sabía valerme por mí mismo. A duras penas he podido y no volviste. Ya no volverás. Eso es lo más triste: que no habrá más que un recuerdo que extrañar. Disculpa si te ofendí, disculpa si...
No, no puedes perdonar. Tu voz se ha callado y no volverá jamás.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)