jueves, abril 29, 2010

El maldoso invisible

Caminaba yo por la calle. De repente, sin deberla ni temerla mi gorra de los Rolling Stones (la clásica de la boca con la lengua de fuera, quién sabe cómo fueron a relacionarse las piedras rodantes con la boca. En fin) me fue arrebatada. Tenía que ser el maldoso invisible.

No se limitó a quitármela. La aventó al suelo y se puso a patearla para que ya no volviera la gorra al alcance de mis manos. Ahí me ven, corriendo agazapado tras ella y cuando ya casi llego, el tipo siempre la volvía a patear. Este cuate, estoy seguro, no es muy listo, pero VAYA que es un ocurrente; si no, ni le pasaba por la cabeza que yo tuviera que exponer mi vida cuando él pusiese la gorra en medio de la calle, la gorra y yo expuestos a que un pedazo de caucho no osase detenerse antes de que…

Después de esta humillación (si correr en pose de mal estomacal, siendo observado por varios transeúntes para terminar arriesgando la vida por una gorra no es humillante, entonces no sé qué diablos es), el muy cobarde huye y desaparece de mi vida un tiempo.

Pero cuando no es una gorra, es un papel importante, es mi paraguas o nomás le gusta alborotarme el cabello. Me da de cachetadas cuando no llevo nada que quitar y me empuja, si me pongo en su camino. No entiendo qué lo motiva a tanto, pero cada que lo encuentro me molesta.

Aunque pasen los años, él seguirá ahí, esperando, esperando a que llegue para volver a reírse de mí por lo que él, el maldoso invisible, se atrevió a hacerme.

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