El día de hoy sucedió que estaba yo escribiendo algo, y me detuve. Se me habia cortado la inspiración súbitamente. Estaba yo que echaba chispas y empecé a maldecir a todas las direcciones porque no había más ideas.
¡MALDITA SEA! ¡ME LLEVA LA...! ¡¡¡¡¡ARGH!!!!!
jueves, abril 29, 2010
El maldoso invisible
Caminaba yo por la calle. De repente, sin deberla ni temerla mi gorra de los Rolling Stones (la clásica de la boca con la lengua de fuera, quién sabe cómo fueron a relacionarse las piedras rodantes con la boca. En fin) me fue arrebatada. Tenía que ser el maldoso invisible.
No se limitó a quitármela. La aventó al suelo y se puso a patearla para que ya no volviera la gorra al alcance de mis manos. Ahí me ven, corriendo agazapado tras ella y cuando ya casi llego, el tipo siempre la volvía a patear. Este cuate, estoy seguro, no es muy listo, pero VAYA que es un ocurrente; si no, ni le pasaba por la cabeza que yo tuviera que exponer mi vida cuando él pusiese la gorra en medio de la calle, la gorra y yo expuestos a que un pedazo de caucho no osase detenerse antes de que…
Después de esta humillación (si correr en pose de mal estomacal, siendo observado por varios transeúntes para terminar arriesgando la vida por una gorra no es humillante, entonces no sé qué diablos es), el muy cobarde huye y desaparece de mi vida un tiempo.
Pero cuando no es una gorra, es un papel importante, es mi paraguas o nomás le gusta alborotarme el cabello. Me da de cachetadas cuando no llevo nada que quitar y me empuja, si me pongo en su camino. No entiendo qué lo motiva a tanto, pero cada que lo encuentro me molesta.
Aunque pasen los años, él seguirá ahí, esperando, esperando a que llegue para volver a reírse de mí por lo que él, el maldoso invisible, se atrevió a hacerme.
No se limitó a quitármela. La aventó al suelo y se puso a patearla para que ya no volviera la gorra al alcance de mis manos. Ahí me ven, corriendo agazapado tras ella y cuando ya casi llego, el tipo siempre la volvía a patear. Este cuate, estoy seguro, no es muy listo, pero VAYA que es un ocurrente; si no, ni le pasaba por la cabeza que yo tuviera que exponer mi vida cuando él pusiese la gorra en medio de la calle, la gorra y yo expuestos a que un pedazo de caucho no osase detenerse antes de que…
Después de esta humillación (si correr en pose de mal estomacal, siendo observado por varios transeúntes para terminar arriesgando la vida por una gorra no es humillante, entonces no sé qué diablos es), el muy cobarde huye y desaparece de mi vida un tiempo.
Pero cuando no es una gorra, es un papel importante, es mi paraguas o nomás le gusta alborotarme el cabello. Me da de cachetadas cuando no llevo nada que quitar y me empuja, si me pongo en su camino. No entiendo qué lo motiva a tanto, pero cada que lo encuentro me molesta.
Aunque pasen los años, él seguirá ahí, esperando, esperando a que llegue para volver a reírse de mí por lo que él, el maldoso invisible, se atrevió a hacerme.
Los seres de la aeronave gris
Una aeronave gris muy felpuda se estaciona arriba de mi cabeza. Otra vez, los seres que la tripulan planean atacarnos. Malvados como son, transforman algo que nos parece bueno en algo terriblemente malo. Aunque, definitivamente, por aquí no son capaces de hacer gran cosa. Todo su armamento o se acaba antes de ver resultados o termina tragado por alguna coladera.
Esos seres deben de estar furiosos. Saben que sus compatriotas del sur, más cerca de la selva tropical, han hecho estragos entre la sociedad humana. Pero por aquí, no pueden ser más violentos y fieros ejércitos que cuando se tapa el drenaje por algún descuidado indigente que tiró, a propósito o sin querer, basura que obstruye las rendijas. Acá son unos inútiles, incapaces de atacar con poder como en su momento lo fueron romanos y nacionalsocialistas.
Afortunadamente para la mayoría, ellos son incansables. No cesan de atacar la tierra. Y eso, reverdece prados, provoca accidentes, nutre cuerpos y proliferan muchas cosas.
Aunque algo es cierto. Después de tanto intentar lo que parece imposible, se quedan sin recursos y regresan a su país. Volverán en la primavera, con planes listos para la siguiente precipitación que tal vez acabe, de una buena vez, con todos nosotros.
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