miércoles, noviembre 28, 2012

Gusano

Gusano
 corre        corre      frena   sedetiene

Gusano a v a n z a o  t  r  a   v  e   z

mientras corre corre corre yo voy
                  dentro
y miro  que 
          hay   
miel ahí.        Corre    cooorrreeee.
Altototal.
Ojos. No nos movee,otra vez cooorreee.

mientras corre corre corre yo voy
       mirando que
el recorrido se acab.
No.   Se tiene 
   que ir, ir. 
La miel se va. No, no se ha de acabar.
Gusano corre corre corre una más. 
Miel que
deshace y rehace.
El gusanosedetieneotravez.
B
  a
    j
      a
        r.
Mmaannooss. 
Suspiré.
Miel que endulza mi mano, mis ojos.
Mi voz. Gusano, adiós gusano.
Adiós, a 
ti. 
Hasta 
m(dulce miel, adiós)añana.

lunes, noviembre 26, 2012

Rien

Flotar en la
es algo maravilloso, ya que alrededor de mí
no hay
.
Debería describir cómo
es la
para otros,
pero la

no puede describirse.
Porque es mi
.

Aquí,
en mi
,
las cosas son bellas. Aquí nunca hay

que me lastime. ¿Te había dicho que mi
es maravillosa? ¿Sí?

Oh, vaya.
Mi
es hermosa porque
no hay
.

Porque aquí no hay

más que yo.
Y

más.

domingo, noviembre 25, 2012

Fils du corbeau.

Recuerdo bien
que una pluma negra (suave, suave
muy, muy suave) me tocó la frente.
Cerré los ojos más fuerte, pluma (
oh, dulce, dulce)
que insistía, persianas que se cerraban. No
más luz.
Criatura de la oscuridad,
creí, pensé, soñé. Un roce, roces de plumas
(muy, muy suaves) negras sobre mi mejilla.
Temblé.
Me sentía bajo su yugo
(plumas negras muy, muy suaves).
Inamovible, tenso y en calma.
Me rodeó.
Temblé un poco más.
(suaves, suaves plumas)

Alas oscuras
(de plumas muy, muy suaves)
alrededor de mí. Son cálidas
(suaves), tenues.
Haces de luz. ¿De dónde
viene el fulgor (¿de las suaves plumas?)
?
Volteé, cerré más los ojos.
Dolían. Una (suave, suave) pluma
besó mis labios.

Mientras cerré los ojos.
(suaves, nocturnas)
Recuerdo bien.
Yo (plumas
suaves, oscuras. Mías por un momento) cerré los ojos.

miércoles, noviembre 14, 2012

Fantasmas de color

Puedo ver, puedo ver por ahí.
Verdes.
Muchos campos
verdes.
Yo no sabía que en
la ciudad hubiera campos 
verdes. Como en las fotografías de
campos
verdes. Pero los hay.
Verdes. Muy, muy verdes.

La ciudad
casi siempre es
gris. Gris como los grises
de las nubes pueden ser cuando
quieren ser
grises por querer llover.
Gris, quizá como un metal que
perdió su brillo gris
y ahora sólo es un opaco
gris. No sé dónde vi campos
verdes.
Si todo aquí es gris.

Azul no es el cielo.
Es más como lila,
azul
dicen porque no sé.
El mar es
azul, porque refleja el
azul del cielo.
Pero no es
azul, ya lo dije. Es como lavanda, pero parece 
azul. Pero aquí no hay mar
azul, y a veces tampoco hay cielo
azul. Sólo hay una ciudad gris,
donde veo campos 
verdes en donde no hay más que 
gris.

martes, noviembre 13, 2012

Death and all her flowers

I remember when
my fingers lingered in the wind.
Grasping fingers
just because they were used
to (these darn habits,
so useless). Walking down the street,
getting the hang of talking
and knowing each other.
What else might we find there in the green lush of
a dream? This street seems to me
as an inviting game.
Get to know me, find me and fulfill me.
But not fulfill me, just be there.
Be my friend,
perhaps,
a childhood sweetheart, an innocent
lover of old.
Walking,
get used to walking, find treasures buried
beneath the dark and white asphalt
of roads still not taken.
Take my hand and let it go. Take my fingers
as a proof of sweetest
love. Why, oh, why
did this happen to me. Death followed me,
flowers in Her hand. Death, you so silly.
Hold her hand, her fingers, ride worms till 
it is time to go.
Bye, love. 

jueves, noviembre 08, 2012

Soliloquio hallado en una hoja de papel

Supuse entonces que el aire te había reemplazado. Pues sí, te habías ido y el sillón se sentía bastante amplio. Más de lo que uno se esperaría donde acostados a duras penas caben dos. Me incorporé y miré al suelo. Encontré en mi brazo una hebra de cabello que parecía tuyo, pero era muy corto. Tallé un poco mi cara, me deshice de ese vello que sospeché mío y fui a asomarme a la ventana.
Quise creer que te encontraría retozando en todo tu brillo matinal allá abajo, en el patio. Pues no. Sólo quedaban los ya marchitos capullos de rosas que habías sembrado hace como dos semanas, que no resistieron nada. Recuerdo perfectamente que emocionada los plantaste y, en vez de querer que crecieran, te daba curiosidad saber cómo se morían. Y los olvidaste a propósito. Yo no entendí nada cuando lo hiciste, mucho menos ahora, que amaneciste mucho antes -pareciera ser- que yo.
Debo admitir que me quedé como estúpido viendo el patio a ver si de pura casualidad te aparecías por ahí. Por supuesto, no pasó maldita la cosa. Sabes bien que me encanta perder miserablemente el tiempo. Rendido, pues, fui a mi cuarto, otra vez con la tímida esperanza de encontrarte ahí. Ja, qué risa. Me dije que mejor hacía algo productivo previo a buscarte o comenzaría a perder la razón. Tomé una toalla, calzones limpios y entré al baño.
Unos minutos más tarde, absorbido en el mundo mojado de la regadera, disfrutaba yo de mi propia abstracción. Recordé y recordé y recordé tantas cosas que dentro del cancel del baño habían sucedido. Reí un poco, te imaginé patinando en el piso, llevándote mi torpe cuerpo contigo, aterrizando estrepitosamente uno sobre el otro, enredados, muertos de risa, besándonos. Dejé de reír y sonreí, creyendo que me asemejaba ya al Guasón de tanto que estiré la boca. Je. Es bonito, ¿sabes? Recordarte.
Como el bóiler no es de paso, el agua caliente no duró mucho . Las sesiones de congelador no me apetecen, mucho menos en invierno. Salí, casi corriendo, tiritando bestialmente. Puta madre. Pinche bóiler, no mames. La toalla puesta, los calzones a media nalga. Me abalancé sobre la cama pulcramente tendida y me metí debajo de las sábanas. Un poco más cómodo, acomodéme mi ropa interior y esperé a que mi cabello y piel dejaran de tener escarcha. Puta madre, qué frío tuve. Quiso mi mente pensarte, y a tus pequeños brazos rodéandome para olvidar que afuera estamos a menos n°C.
Suspiré, como es normal cuando algún prurito melancólico me anda picando las costillas. Otros tantos minutos después, sin tanto frío, me vestí, como si fuera yo a alguna fiesta: medio galán, medio pandroso, medio yo. Sentí que era una forma de atraerte; de decirte que me había puesto guapo para ti, que quería plantarte unos besotes y que desayunáramos juntos. La esperanza me brilló en la cara cuando me vi en el espejo, acabado de vestir.
Así que salí hacia la cocina, confiando en que estarías allí, medio dormida, sorbiendo un café, leyendo un periódico viejo de la semana pasada que ya habías repasado tres veces. Y nada. Yo mismo me preparé un tinto y saboreé lo cargado que estaba -como me gusta-. Desperté del todo, una manzana tomé del frutero, miré al techo, miré a la ventana de la cocina. Un pájaro peleaba con otro. No quería violencia, sólo quería encontrarte. Los espanté. Huyeron de mí, pero es muy probable que siguiesen luchando. Te extrañé un poquito más.
Tomé la taza y caminé hasta la puerta de entrada. La abrí, sentía ganas de beber café sentado sobre la banqueta, recargando la espalda contra mi casa. La abrí, y ahí estabas, sentada donde yo quería sentarme. Tenías tu taza de los Bitles, humeando ésta té de noséqué. Me volteaste a ver, con unos ojos profundos y bellos, que me decían "siéntate conmigo". Sonreí de nuevo; me aplasté al lado tuyo, tú con tu té, yo con mi café, tu cabeza recostada en la mía, mi brazo rodeando tu espalda, disfrutando juntos el paso del tiempo y de un sol que alumbraba como un cálido día de primavera.

martes, noviembre 06, 2012

Ímpetu

Mis dedos se estiraron.
Eso es: alcanzar,
abalanzarse sobre.
Mi mano se abrió,
empuñando el aire y sosteniendo
el frío vacío de no encontrar más que
aire.
Mi brazo se aferró.
Abrazar el hierro que abrasa suavemente
la piel de mis huesos.
Se queman mis células,
se envenenan,
se mueren y renacen.
Mi pecho se estremeció.
Convulso e impaciente, ¿qué no es
esto más que el sueño de un corazón,
latir desbocado nutriendo un cuerpo?
Mi cabeza quizá se perdió.
Saben que mis manos ya no son manos,
lazos,
sienten que la vida
se les va y son
ahora parte de la vida de otro.
Mi cuerpo desapareció.
Estallidos,
mi cuerpo no está.
Hierro derritiéndose en grandes hornos,
dedos surcando las grietas de labios ajenos,
el suspirar de los valles.
El eco en las montañas,
gritos de muerte que dan paso
a átomos nacientes.
Ella ahí está.
Diciéndome con los ojos
que un impulso la orilló
a desaparecer un momento,
en el espacio vacío
de sueños lúcidos, de teamos perdidos.
Su cuerpo desapareció.
Pero la vida volvió a ella.
Y el río desembocó en el mar. Y los ojos se abrieron, las luces fulminantes se apagaron.
Y el calor de dos irradia en medio de una nada
que les es única.