Sertralina, 50 mg, media pastilla diaria en las mañanas. Quetiapina, 25 mg, media pastilla diaria en las noches. No tengo un diagnóstico preciso, pero leí en mi historial médico "posible TDM (trastorno depresivo mayor)". Empecé el tratamiento la noche del 10/01/17
Día Uno
Pareciera que floto sobre una corriente de aire. Mi cuerpo está relajado, aunque el estómago se siente alborotado. Estoy en todos lados y en ninguno. Este "don" de la ubicuidad me gusta, porque así siempre puedo ser el observador.
He pensado en cosas dolorosas, pero no siento dolor. Me recuerda a esos chistes de las caricaturas sobre el Botón Rojo, que presionan y presionan y no sirve. ¿Es esto un idilio? No, pero lo parece. En los idilios no existe el desmadre que tengo en el estómago.
Hoy vi a la chica que me gusta. Vimos Leon, the Professional donde sale la Portman como niña de trece. Era adorable esa mujer. Todo fue tan raro, mi cuerpo inhibido, mi alma sosegada, una tristeza que no sé dónde demonios se hallaba dentro de mi cabeza.
Ahora cabalgo una pesera. El hoy vuelve a la normalidad, mañana vuelvo a la escuela, que los miércoles descanso. El del micro tiene unos subwoofers que me rebotan en el cráneo. Me estoy impacientando, pero no quisiera romperle el hocico. Parece que el tratamiento está funcionando.
Llegar a casa es otro rollo. No entiendo mi cuerpo ni mis reacciones. No me duele nada, no siento nada. Mi hermano dice que parece que me lleva la que me trajo. No lo sé.
Aterriza la noche y termino un rompecabezas mientras en mi casa sólo estoy yo. El Día Cero lo empecé armando eso, mientras esperaba que me noqueara la pastilla para dormir. Pienso que lo terminé porque sí, porque algo había de darme sentido hoy.
Hoy se está terminando y yo estoy aquí, pensando que mañana no me quiero levantar otra vez.
¿Por qué hablé en presente? No lo sé. Aún lo siento, quizá sea eso.
Pareciera que floto sobre una corriente de aire. Mi cuerpo está relajado, aunque el estómago se siente alborotado. Estoy en todos lados y en ninguno. Este "don" de la ubicuidad me gusta, porque así siempre puedo ser el observador.
He pensado en cosas dolorosas, pero no siento dolor. Me recuerda a esos chistes de las caricaturas sobre el Botón Rojo, que presionan y presionan y no sirve. ¿Es esto un idilio? No, pero lo parece. En los idilios no existe el desmadre que tengo en el estómago.
Hoy vi a la chica que me gusta. Vimos Leon, the Professional donde sale la Portman como niña de trece. Era adorable esa mujer. Todo fue tan raro, mi cuerpo inhibido, mi alma sosegada, una tristeza que no sé dónde demonios se hallaba dentro de mi cabeza.
Ahora cabalgo una pesera. El hoy vuelve a la normalidad, mañana vuelvo a la escuela, que los miércoles descanso. El del micro tiene unos subwoofers que me rebotan en el cráneo. Me estoy impacientando, pero no quisiera romperle el hocico. Parece que el tratamiento está funcionando.
Llegar a casa es otro rollo. No entiendo mi cuerpo ni mis reacciones. No me duele nada, no siento nada. Mi hermano dice que parece que me lleva la que me trajo. No lo sé.
Aterriza la noche y termino un rompecabezas mientras en mi casa sólo estoy yo. El Día Cero lo empecé armando eso, mientras esperaba que me noqueara la pastilla para dormir. Pienso que lo terminé porque sí, porque algo había de darme sentido hoy.
Hoy se está terminando y yo estoy aquí, pensando que mañana no me quiero levantar otra vez.
¿Por qué hablé en presente? No lo sé. Aún lo siento, quizá sea eso.
Día Dos
Me estoy dando cuenta que ya no puedo entrar en crisis. Hoy tuve una razón de peso para flagelarme llamándome idiota, pero no me pude lastimar. Sentía a una fiera rezagada al fondo de mi cabeza rugiendo en silencio. Todo era quietud, aunque me sentía gritar. Estaba ansioso, pero no cedí. Había algo más fuerte que mi voluntad bloqueando el dolor. No sé cómo me hace sentir que no fui yo quien lo contuvo. Estoy muy insensible como para sentirme mal por ello.
Fuera de eso, estuve bien. La mañana pasó normal y saliendo de la escuela, fui por café. Sin importarme si tengo dinero o no, fui por café. Las cafeterías, mis cantinas. Fui por ir. Empezó con una taza, se volvieron tres. Mi cuerpo todavía está en éxtasis, me crucé, se me mezcló la cafeína con mis medicinas. ¿Acaso importa? Ahora entiendo cómo se siente ella. Es delicioso, pero todo un martirio.
Hablé y hablé con mi hermano sobre delincuencia. ¿De dónde salió el encadenar las ideas así, de cómo relacionar el número de periódicos de nota roja con la densidad delictiva del área metropolitana de la ciudad? Digo, ya escribiéndolo suena lógico, pero me sorprendió cómo concatené frase tras frase para decir que hay zonas donde hay más crimen que en otras. Debo ver si estas rachas de lucidez continúan.
Escribí mi exposición para el viernes con gran energía y ya me agoté. Oscilo. Oscilo. Oscilo. Debo de repasarla, pero ya lo haré mañana en la mañana. Me gusta sufrir, pero ahora me gusta pensar que un buen físico se guía por su flojera. Ja.
En la noche me explicaron que aparentemente inhibí demasiado mi absorción de serotonina y por ello estaba extático.
Me sentía bien.
DEMASIADO BIEN.
Y con un dolor de cabeza punzantísimo a causa de ese sentir, me fui a dormir.
Me estoy dando cuenta que ya no puedo entrar en crisis. Hoy tuve una razón de peso para flagelarme llamándome idiota, pero no me pude lastimar. Sentía a una fiera rezagada al fondo de mi cabeza rugiendo en silencio. Todo era quietud, aunque me sentía gritar. Estaba ansioso, pero no cedí. Había algo más fuerte que mi voluntad bloqueando el dolor. No sé cómo me hace sentir que no fui yo quien lo contuvo. Estoy muy insensible como para sentirme mal por ello.
Fuera de eso, estuve bien. La mañana pasó normal y saliendo de la escuela, fui por café. Sin importarme si tengo dinero o no, fui por café. Las cafeterías, mis cantinas. Fui por ir. Empezó con una taza, se volvieron tres. Mi cuerpo todavía está en éxtasis, me crucé, se me mezcló la cafeína con mis medicinas. ¿Acaso importa? Ahora entiendo cómo se siente ella. Es delicioso, pero todo un martirio.
Hablé y hablé con mi hermano sobre delincuencia. ¿De dónde salió el encadenar las ideas así, de cómo relacionar el número de periódicos de nota roja con la densidad delictiva del área metropolitana de la ciudad? Digo, ya escribiéndolo suena lógico, pero me sorprendió cómo concatené frase tras frase para decir que hay zonas donde hay más crimen que en otras. Debo ver si estas rachas de lucidez continúan.
Escribí mi exposición para el viernes con gran energía y ya me agoté. Oscilo. Oscilo. Oscilo. Debo de repasarla, pero ya lo haré mañana en la mañana. Me gusta sufrir, pero ahora me gusta pensar que un buen físico se guía por su flojera. Ja.
En la noche me explicaron que aparentemente inhibí demasiado mi absorción de serotonina y por ello estaba extático.
Me sentía bien.
DEMASIADO BIEN.
Y con un dolor de cabeza punzantísimo a causa de ese sentir, me fui a dormir.
Día Tres
Hoy expuse para mi clase intersemestral. Nos preparamos mal, mi equipo y yo. Pero creí que dominaba el tema bastante bien. Aparentemente no fue así. La maestra me interrumpió para decir que lo expuesto ya estaba visto. Huh.
Cuando me volví a sentar, vino la ansiedad. Descontrol. Tenía escalofríos y me temblaba el cuerpo. Salí por un cigarro. Salí a caminar por la escuela. Salí a marearme con la nicotina y a sentirme mejor. La clase ya iba a acabar. Era tiempo de correr.
Cuando pasó, sentí que todo me importaba poco. Quería sentarme a hacer tiempo antes de ir a ver a mi hermana. No resistí ni cinco minutos. Me levanté, alcancé a una compañera y nos fuimos en el metro. Sentado, se me corroía el alma, me pesaban los párpados.
Llegué con mi hermana. Y me acosté en la sala. Pude haberme quedado sobre ese sillón todo el día junto con sus perras. Pero íbamos a comer con nuestro papá. Llamó para avisar que apenas iba, tarde para no faltar a nuestra bella costumbre. Me levanté y anduvimos.
Mi hermana, apenas me enteré, también estuvo en sertralina. Sigue en tratamiento con otra droga. Huh. Estoy más desorientado todavía. Podría sentirme culpable por nunca haberle preguntado, pero apenas y me siento vivo. No me cabe la culpa en ningún lado.
Hoy expuse para mi clase intersemestral. Nos preparamos mal, mi equipo y yo. Pero creí que dominaba el tema bastante bien. Aparentemente no fue así. La maestra me interrumpió para decir que lo expuesto ya estaba visto. Huh.
Cuando me volví a sentar, vino la ansiedad. Descontrol. Tenía escalofríos y me temblaba el cuerpo. Salí por un cigarro. Salí a caminar por la escuela. Salí a marearme con la nicotina y a sentirme mejor. La clase ya iba a acabar. Era tiempo de correr.
Cuando pasó, sentí que todo me importaba poco. Quería sentarme a hacer tiempo antes de ir a ver a mi hermana. No resistí ni cinco minutos. Me levanté, alcancé a una compañera y nos fuimos en el metro. Sentado, se me corroía el alma, me pesaban los párpados.
Llegué con mi hermana. Y me acosté en la sala. Pude haberme quedado sobre ese sillón todo el día junto con sus perras. Pero íbamos a comer con nuestro papá. Llamó para avisar que apenas iba, tarde para no faltar a nuestra bella costumbre. Me levanté y anduvimos.
Mi hermana, apenas me enteré, también estuvo en sertralina. Sigue en tratamiento con otra droga. Huh. Estoy más desorientado todavía. Podría sentirme culpable por nunca haberle preguntado, pero apenas y me siento vivo. No me cabe la culpa en ningún lado.
Comimos. A mi padre no le gusta que me medique. Se le ve al expresarse. Mucho. El mesero es débil visual y me dieron ganas de platicar con él, no sé por qué. Supongo que su carencia le permite percibir el mundo de otra forma que quisiera conocer. Reímos a la mesa, nos burlamos de la practicante de turismo que asistía (muy mal) al mesero. Fue una comida con mi padre. Y yo estaba ahí y en otra parte.
***
¿Qué propiedades puede tener un corte de cabello? Volvimos a la casa de mi hermana. Ahí me cortó las patillas y rebajó el pelo de la nuca. Mientras tanto, le contaba historias, mi futuro. Ella me contaba las suyas, y con cada letra se iba una parte de mi cabello, sobre mi ropa, sobre mí. Cada hebra me devolvió, pedazo a pedazo una parte de mi alma. Me regresó un cachito de vida. Y partí tras de mí mismo, con un abrazo colgado de mis hombros.
Día Cuatro
me comparte su vida y yo la mía
y se deshace su careta y se diluye
tras de las lágrimas que sus ojos guardaron
y en mi abrazo se junta su palpitante ser
que teme ser frágil
aunque ella sabe
que yo soy tan frágil como ella
y que en sus ojos me veo a mí reflejado
Hoy nos vimos. Hoy la vi.
Hoy la conocí un poco mejor. Hoy no la quiero dejar ir.
Día Cinco
Por una serie de circunstancias fortuitas, agradables, visité a un pedazo de familia que vive al sur de la ciudad. Vagué con la chica más frágil que he conocido.
Si le ocurre algo, no puede controlarse. Pero es una chica normal.
Ella es normal. Todos somos normales.
Y que en mi normalidad, aún puedo jugar a que sigo viviendo.
Lo mejor de todo es siempre arrancar sonrisas.
Día Seis
Ahora probé lo que es combinar el ejercicio, café y mis pastillas. ¿Será que ya se estabilizó el asunto? No sentí la histeria de hace días. ¿Qué pasó? No lo shé. Hoy es el último día de 25 mg de sertralina, mañana empiezo a duplicar el asunto. Vamos a ver qué pasa.
Hoy no hubo clases. La maestra tuvo a bien avisar anoche que llegaría tarde, para luego a las siete treinta de la mañana avisarle a un solo bato (¡a uno solo!) que no llegaría. Y yo que me deslomé y menté madres en mi bicicleta. Peeeeero apenas supe que no había clases, le hablé a la chica que me gusta. Y corrí a verla.
Y ella corrió a mí.
Sellé el fantasma de sus labios con un beso de café. Ahí atrapé su esencia, languideciendo mientras el viento zumbaba a bordo de Gala, Galita, mi bicicleta.
Galopar.
Día Siete
Conforme mejor entiendo las Leyes de la Termodinámica, más me gustan. Explican mucho. Y la Segunda ayuda a definir el tiempo. Pero definitivamente estuve muy sedado en clase hoy. Quise participar de más, pero no carburaba. Me debatía entre dormirme, atender, contestar, no saber qué contestar y perderme. Opté por dormir. Pero seguía atento a mi cavilar, a mi desesperación. Durante una serie de ejercicios, salí corriendo. Me fugué otra vez. Fumé, caminé, me calmé. Volví.
Hoy mi hermano empezó a aprender conmigo cómo andar en bicicleta. No fue mucho tiempo, pero lo intentámo un buen trecho. Es fascinante lo mucho que nos divertimos. No se cayó, pero sé que en algún momento azotará. Pobre Galita, ni modo. Y reímos y reímos en el camino a casa.
Día Cuatro
me comparte su vida y yo la mía
y se deshace su careta y se diluye
tras de las lágrimas que sus ojos guardaron
y en mi abrazo se junta su palpitante ser
que teme ser frágil
aunque ella sabe
que yo soy tan frágil como ella
y que en sus ojos me veo a mí reflejado
Hoy nos vimos. Hoy la vi.
Hoy la conocí un poco mejor. Hoy no la quiero dejar ir.
Día Cinco
Por una serie de circunstancias fortuitas, agradables, visité a un pedazo de familia que vive al sur de la ciudad. Vagué con la chica más frágil que he conocido.
Si le ocurre algo, no puede controlarse. Pero es una chica normal.
Ella es normal. Todos somos normales.
Y que en mi normalidad, aún puedo jugar a que sigo viviendo.
Lo mejor de todo es siempre arrancar sonrisas.
Día Seis
Ahora probé lo que es combinar el ejercicio, café y mis pastillas. ¿Será que ya se estabilizó el asunto? No sentí la histeria de hace días. ¿Qué pasó? No lo shé. Hoy es el último día de 25 mg de sertralina, mañana empiezo a duplicar el asunto. Vamos a ver qué pasa.
Hoy no hubo clases. La maestra tuvo a bien avisar anoche que llegaría tarde, para luego a las siete treinta de la mañana avisarle a un solo bato (¡a uno solo!) que no llegaría. Y yo que me deslomé y menté madres en mi bicicleta. Peeeeero apenas supe que no había clases, le hablé a la chica que me gusta. Y corrí a verla.
Y ella corrió a mí.
Sellé el fantasma de sus labios con un beso de café. Ahí atrapé su esencia, languideciendo mientras el viento zumbaba a bordo de Gala, Galita, mi bicicleta.
Galopar.
Día Siete
Conforme mejor entiendo las Leyes de la Termodinámica, más me gustan. Explican mucho. Y la Segunda ayuda a definir el tiempo. Pero definitivamente estuve muy sedado en clase hoy. Quise participar de más, pero no carburaba. Me debatía entre dormirme, atender, contestar, no saber qué contestar y perderme. Opté por dormir. Pero seguía atento a mi cavilar, a mi desesperación. Durante una serie de ejercicios, salí corriendo. Me fugué otra vez. Fumé, caminé, me calmé. Volví.
Hoy mi hermano empezó a aprender conmigo cómo andar en bicicleta. No fue mucho tiempo, pero lo intentámo un buen trecho. Es fascinante lo mucho que nos divertimos. No se cayó, pero sé que en algún momento azotará. Pobre Galita, ni modo. Y reímos y reímos en el camino a casa.