miércoles, mayo 14, 2014

Un baccio.

Quizá, sí, se moría de nervios, pero limosneó valor y fue a verla. La llevó a un lugar donde el sol les apuntaba directamente en la cara, un miércoles por la mañana. Se le acercó y como Dios le dio a entender le plantó un beso. Ella no rechistó. Ella tuvo que irse y ya no se besaron más ese día.
Fue un beso bastante incómodo, pero no incómodo en un mal sentido. De la nada, tan rápido como para olvidarse de pensar, se besaron y quizá, sí, se rompieron mil y un barreras. Fue incómodo porque ni él ni mucho menos ella esperaban besarse.
Pero se besaron. 
Y al día siguiente, se besaron otra vez.
Quizá ya no se dejen de besar nunca. Dios quiera.

edit: Dios no quiso. Ja.