No sé por qué. Es probable sea yo un asocial, quizá un antisocial. No importa. Este vacío que me provoca todo esto, todo ese silencio que generan las festividades en los espacios que siempre son bulliciosos. Son fríos. Carcomen las entrañas. Son silencios donde uno es demasiado pequeño, el aire se cuela y hiela los huesos. Son silencios donde pueden caber dos, dos olvidados del mundo. Donde dos pueden convivir y olvidar que el mundo los ha olvidado. Para que el olvido sea sólo un triste licor, no el cianuro de las conciencias.
Es quizá eso lo que quiero. No un festejo, no una reunión hipócrita de familia, no una borrachera maratónica. Sólo una olvidada, olvidada por todos menos por mí. Una olvidada que extraña a su olvidado. Y me ilusiona saber que ese olvidado no he dejado de ser yo.
Olvidados por todos, menos por nosotros. Juntos, para que el silencio no nos trague y seamos sólo caparazones vacíos.
Son estos silencios que quiero pasar contigo, silencios que no serán más fríos.